jueves, 6 de junio de 2013

DESCUBRIMIENTOS CASUALES

   Pasteur decía que la suerte ayuda a las mentes preparadas. A Robert Koch le auxilió mucho la fortuna: se dejó un cultivo de bacilos de la tuberculosis cerca de la estufa y, gracias a eso, descubrió el método para detectarlos.

    Por su parte, Alexander Fleming, en 1.928, ocurrió que unos cultivos que se había dejado olvidados su ayudante D. M. Pryce, durante las vacaciones, dió lugar a que crecieran en ellos un poco de moho, causando que las bacterias desaparecieran. El moho recibió el nombre de Penicillum rubrum. La penicilina llegó de esta manera para atajar multitud de infecciones.

   Arthur Kornberg y Severo Ochoa, también tuvieron su dosis de suerte. Estaba Kornberg intentando purificar una enzima y, por un choque accidental, se le cayó todo el líquido que la contenía al suelo. Sin embargo, guardó una fracción casi sin esperanzas, y al final resultó que en esta fue donde la enzima que buscaba se mostró. Así se desarrolló su trabajo de síntesis del ADN.

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