domingo, 7 de abril de 2013

LA MEJOR CARRERA DE ERIC LIDDELL


BREVE BIOGRAFÍA DE ERIC LIDDELL

   Eric Henry Liddell nació el 16 de enero de 1.902, al norte de China. Fue el segundo hijo de Rev y James Dunlop Liddell, misioneros de La Asociación Misionera de Londres.
   Aunque nació en China, fue educado en Europa, en el colegio Ethan, situado en Blackhath. En 1.920 se inscribió en la Universidad de Edimburgo, hasta su graduación, en 1.924.
   Terminados los Juegos Olímpicos de París y habiendo concluído sus estudios, Eric volvió a China, esta vez como misionero. Desarrolló su vocación entre los años 1.925 a 1.943.
   En 1.934 se casó con Florence Mackenzie, una misionera canadiense con quie´n tendría tres hijas: Patricia, Heather y Maureen.
   En 1.941, ante la peligrosa situación que se avecinaba, Eric decidió enviar a su familia a Canadá, pero él se quedó. En 1.943 pasó a trabajar tras las líneas japonesas como profesor de matemáticas y supervisor de deportes. Poco después fue internado en el campo de Weishien, donde dos años más tarde moriría.
   Hay una frase de Liddell que ha pasado a la posteridad, y que dice así: Dios honra a sus fieles, y ÉL honrará tu obediencia con una vida que trasciende hasta la eternicad. La entrega total a Cristo es la victoria total.

LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS
   Precisamente este fue el ejemplo que dió Eric Liddell en esos históricos y memorables Juegos Olímpicos. Un ejemplo de obediencia y fidelidad al Señor.
  Una semana antes de la competición de los 100 metros que era su especialidad, cambiaron el día de la carrera para el domingo, y él se negó a participar porque consideraba que era el día que se debía dedicar sólo a Dios.
   Ese domingo, como era su costumbre, fue a la iglesia en París. Fue la burla de toda la prensa internacional, y aún en Escocia, su tierra,  se lamentaron y burlaron por haber enviado a las olimpiadas a un fanático religioso.
   El miércoles, tres días después, se había de llevar a cabo la carrera de los 400 metros. Liddell no estaba inscrito porque no era su especialidad pero el atleta que debía correr se sintió indispuesto y la única opción era que corriera Eric; y así se acordó.
   Unos momentos antes de la carrera, un corredos americano se le acercó y le entregó un papelito que ponía: Dios dice en las Sagradas Escrituras- Yo honro a los que me honran.
   Liddell corrió aquella carrera con la cabeza levantada y los ojos puestos en el cielo, y terminó primero con una distancia de cinco metros sobre el segundo .
   Batió el récord mundial, el cual nadie pudo alcanzar en los siguientes veinticinco años.

Foto

DIOS PREMIA NUESTRA FIDELIDAD
En la película Carros de fuego vemos como un predicador que participa en los Juegos Olímpicos decide renunciar a su participación en una importante carrera para poder ser fiel a sus principios pues esta carrera se ha de correr en domingo y para él el domingo es un dia dedicado por entero a Dios. Pero en el transcurso de la trama vemos como el Señor premia su fidelidad haciendo que pueda participar en otra carrera que no está establecida ese día.
Algo parecido me ocurrió un día en que decidí junto con mi esposo asistir a unas conferencias que se celebraban en otra ciudad. Reservé por teléfono una habitación en un hotel que parecía reunir buenas condiciones pero cuando llegamos pudimos comprobar que el hotel carecía de restaurante y que en sábado deberíamos pagar la cuenta del restaurante que eligiéramos para comer. Dispuestos a ser fieles al Señor, oramos a Dios para que nos ayudara a serle fieles en este punto, y bajamos a recepción con la plena confianza de que el Señor obraría de alguna manera. Y así lo hizo porque de manera totalmente inusitada el hotel se encargó de buscarnos otro hotel, y en pocos minutos teníamos una habitación en otro hotel mejor que la que habíamos reservado y con un restaurante en el que pudimos comer y pagar a nuestra salida.
De aquí podemos sacar dos conclusiones: "Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal" (2ª tesalonicenses 3: 3)
Y la segunda: "Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquier cosa que pidiéramos la recibiremos de Él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables a Él." (1ª de Juan 3: 21-22)
 

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