A la boda acuden un hombre y una mujer que libremente desean contraer matrimonio y también asisten el oficiante y familiares y amigos que sirven como testigos del acto. Precisamente en este contexto se hacen los esponsales o promesas (votos) matrimoniales. Hecho el casamiento en la forma determinada por la ley, surte ciertos efectos civiles.
En la boda religiosa, el acto toma un significado aún más profundo. Se entiende que Dios también está presente y es testigo de la unión y de los compromisos que se contraen. De hecho, el verdadero creyente, no solo invita a Dios a su boda, sino que el Creador mismo forma parte espiritual en la vida matrimonial, bendiciendo y prosperando a la pareja de forma que mejor conviene de acuerdo con los designios divinos.
En la mayoría de las culturas y religiones, estos son los compromisos que acompañan al casamiento:
- Amor. El matrimonio debe estar basado en el amor, no en la coerción. Donde hay amor mutuo, hay felicidad, satisfacción y bienestar. El amor es el ingrediente primordial de la relación conyugal.
- Unidad. En cierto sentido, la ceremonia nupcial transforma a dos personas en una sola. Aunque esto es una figura retórica, sirve bien para comprender que los casados, a partir de ahora, vivirán juntos, compartirán penas y alegrías y llegarán a alcanzar un alto grado de compenetración, sin perder la individualidad.
- Respeto. Con la boda, la pareja se compromete a desplegar un profundo respeto mutuo. Este pacto no deja lugar a explotación de ningún tipo; es más, exige una absoluta consideración por parte del cónyuge.
- Apoyo incondicional. El compromiso de la boda no solo se extiende a los momentos favorables, sino frente a cualquier circunstancia. Por ello, las fórmulas suelen insistir en el mutuo apoyo no solo en la salud, sino también en la enfermedad, y no solo en la riqueza, sino también en la escasez.
- Fidelidad. Esta cláusula exige permanecer fiel al cónyuge y, por ejemplo, proscribe mantener relaciones sexuales con cualquier persona distinta del cónyuge.
- Duración vitalicia. "Hasta que la muerte nos separe" es la típica fórmula que indica que el matrimonio es para toda la vida. Aunque el divorcio haya llegado a ser popular en muchas partes, esto no indica que la ruptura sea una opción deseable. De hecho, los contrayentes sinceros comienzan su nueva vida con el deseo y propósito de que dure hasta el fallecimiento de uno de ellos.
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