jueves, 29 de agosto de 2013

DIARIO DE UNAS VACACIONES: LANZAROTE


Aquí os dejo un resumen del resto de vacaciones en Lanzarote. El domingo quisimos hacer algo diferente. Nos trasladamos hasta Puerto Calero y nos apuntamos a una excursión en submarino. Nos subimos a un pequeño submarino que tenía unos asiento y unas cámaras, y además las típicas ventanas redondas. Y desde el puerto nos adentramos en esta fascinante excursión. Fascinante porque veías           las cosas desde la profundidad del fondo marino.
Cuando terminamos ya era hora de comer y nos dirigimos al restaurante que habíamos encontrado delante del mar. Sentados cómodamente, con una ligera brisa y unas vistas impresionantes, degustamos de una deliciosa paella vegetariana. La comida nos costó casi cincuenta euros dos personas pero cuando estás tan a gusto en un lugar lo das por bien gastado.
El lunes aprovechamos para dar una vuelta por la zona de comercios y compramos algunos regalos. También compramos un GPS. Después llegamos hasta un pueblecito y nos paramos en un restaurante que tenía una carta de comidas muy variadas pero que los precios eran muy altos, así que pedimos de primero gazpacho y una ensalada; y de segundo, una paella de pollo. Realmente deliciosa. La bromita nos costó unos cincuenta euros pero quedamos muy contentos con el servicio.
El martes teníamos una cita con otra gran excursión que nos llevó a hacer un recorrido por el norte de la isla. Pudimos ver la cueva de los verdes donde se encuentra el secreto de la isla. También recorrimos la obra de César Manrique y terminamos la aventura en la que fue su casa por muchos años. Una construcción hecha aprovechando todo lo volcánico de la zona, y que ahora se ha convertido en un museo.
El miércoles era el día de vuelta, el día en que nuestras vacaciones llegaban a su fin. Preparamos nuestras maletas, las dejamos en consigna, devolvimos el coche de alquiler y matamos el rato deambulando por las zonas comunes del hotel. Descubrimos una mesa de billar y jugamos algunas partidas, hasta que llegó la hora de comer. Comimos en el restaurante de delante de la piscina. Nos costó unos treinta euros. Por fín nos recogieron  y nos llevaron al aeropuerto. El viaje de vuelta en el avión fue más cómodo que el de ida.
Llegamos a eso de las once de la noche al aeropuerto de Barcelona, y luego se impuso una especie de éxodo dando vueltas sin parar buscando la zona en que nos debían de recoger.
Por fín lo encontramos y pudimos sentarnos en la furgoneta que nos llevó al parquing. Nos quedaba todavía el viaje hasta Girona en nuestro coche. Llegamos hacia la una de la madrugada cansados pero contentos por haber podido realizar este viaje.

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